SBC101 case

Enamorándote del problema, el pinchazo en el ego como emprendedores.

 

 

Quisiera empezar este escrito citando la conocida frase de Daniela Papi-Thornton: “Hay que enamorarse del problema y no de la solución”. Inicio citando esta frase porque creo que existe un problema invisible ante los ojos de cualquier empresario, un problema que no es tangible, ni siquiera ocurre externamente, sino que sucede de manera interna y nos pasa a todos aquellos (o a la mayoría) que queremos salvar y cambiar al mundo creando negocios sociales. El problema del que estoy hablando dentro de esta ecuación “negocios sociales- emprendedores”, es el ego.

Y es que, cuántas veces no nos hemos encasillado en un cuadro pequeño viendo únicamente una parte de la película completa llamada “entender el sistema”. Pensamos que el problema que estamos señalando, ese problema que nos cala e incluso algunos de nosotros vivimos en carne propia, del cual solemos pensar que hay pocas opciones para resolverlo o pensamos que tal vez hay solo una y esto nos lleva a concluir que nosotros somos dueños y poseedores de esa idea. No me malinterpreten, claro que puede suceder  que las ideas de los emprendedores en cualquier rubro, son las soluciones a muchas problemáticas que estamos viviendo en el mundo actualmente, como la contaminación, la violencia de género, la falta de inclusión, la pobreza, y un sin fin de problemas como lo registra la ONU en la Agenda 2030. 

 

El problema no está en pensar que podemos salvar al mundo con nuestra idea, el mayor problema aquí es que, como lo cité al principio, nos casamos con nuestra propuesta de solución y nos ponemos muros a los lados para no observar que quizás, hay más personas que quieren resolver el problema, que quizás esas personas que están apasionadas por la problemática a resolver podrían aportar algo a nuestra solución o, que podríamos trabajar en colaboración para llevar a cabo una idea más grande que llene más vacíos y que resuelva más a profundidad la problemática planteada. 

 

 

Pero, ¿qué pasa aquí? El ego personal, el orgullo de empresario/emprendedor entra a atacarnos y nos dice que si alguna otra propuesta no empata con nuestra idea personal, no va a funcionar. Este ego también nos dice que nosotros deberíamos tener el control de todo para que las cosas sucedan de acuerdo a lo planeado. Nos habla del mérito, los reconocimientos, e incluso nos cuestiona cómo vamos a permitir que alguien aparte de nosotros, colabore con nuestro proyecto y tenga méritos también. Nuestra necesidad constante de aprobación y reconocimiento como seres humanos, queriendo continuamente alcanzar el éxito estandarizado que nos enseñaron en la escuela. Ese “éxito” basado en la competencia continua, aquel que sostiene que solamente existe un número uno y ese es el único que alcanzará el éxito y la felicidad. Nos inunda y ahoga las ganas que tenemos de participar en comunidad, empieza a desequilibrar la balanza hasta llegar al punto de cerrar las puertas y no permitirnos colaborar, escuchar opiniones y soluciones, ideas de otras personas de nuestro país, nuestra región e incluso de otros países. No nos permitimos ver con otros ojos la problemática que queremos resolver y nos priva de ver un panorama más grande y complejo alrededor de esta problemática.

 

Y bueno, se podría pensar que no es un asunto tan grave, pero realmente lo es porque en la constante lucha de egos, hay dos cosas que quedan fuera: el propósito principal del porqué nos volvemos emprendedores sociales y la sociedad misma. 

En esta batalla por saber quién tiene la solución definitiva a un problema, nos desviamos del verdadero propósito que es nada más y nada menos que construir un mejor mundo, un mundo más consciente, más ético, un mundo en el que todos colaboremos por la misma meta y mejorar la calidad de vida en todos los aspectos de los seres vivimos de este planeta. En lugar de lograr dichos propósitos, terminamos peleando por quién tiene la solución en lugar de colaborar y escuchar al de a lado que tiene una perspectiva diferente que, incluso podría haber experimentado esa problemática y puede contarte otra historia, con otra narrativa, otras aristas sobre el problema que tal vez nosotros, desde nuestras historias de vida y nuestro contexto social, no alcanzamos a ver.

 

El problema es mucho mayor de lo que pensamos, porque sí,  podemos decir la frase que cité al principio de este texto: “Enamórate del problema y no de la solución”. Pero, llevándolo a la vida cotidiana de un emprendedor social dentro de todo el mundo empresarial, pocos son los que realmente se toman el tiempo de estudiar la mayor cantidad de aristas e investigar la mayor cantidad de contextos posibles. Pocos son los que quieren mirar a los lados para saber qué le está pasando al de junto, ya que el ego traicionero empieza a controlarnos y dejamos de controlarlo nosotros a él hasta que se apodera de nuestro propósito de vida, nuestra filosofía y nuestros objetivos. Se apodera de nosotros de tal manera, que terminamos cediéndole el camino y volviéndonos cerrados, encasillando nuestras mentes y privándonos a nosotros mismos de poder enriquecer nuestra vida y nuestra misión colaborando en equipo con los demás.

 

 

Viendo el sistema: el problema como un todo, no en partes.

 

Retomando lo que mencioné acerca de que el problema tiene muchas aristas, continúo por decir que realmente no debemos enfocarnos en ver únicamente a través de nuestro lente y con nuestro propio bagaje cultural, porque los problemas sociales tienen mucho más profundidad que la que nosotros pensamos e incluso que la que nosotros alcanzamos a ver con investigación. Es por eso la importancia de colaborar en equipo y, a su vez, abrir la mente a nuevos descubrimientos.

 

Otro aspecto importante a tomar en cuenta es la curiosidad, un punto temático dentro del curso “Principios de Innovación Social: ¿Cómo ser innovador y creativo?” SCB. Mirar a la problemática como un todo, y no como partes y mirar más allá de lo que se puede observar a simple vista, requiere esa parte de nuestro cerebro que cuando empezamos a crecer, empezamos a perder: la curiosidad. 

 

 

Si no sentimos pasión y curiosidad por el problema y si no preguntamos 5 veces o más como Eric Ries nos enseña, nuestra mente no será capaz de ahondar en el tema y perderá la capacidad de visualizar distintas perspectivas a las propias. Esto está extremadamente vinculado al pinchazo del ego de querer resolver todo uno mismo. 

 

Te preguntarás qué tiene que ver una cosa con la otra, pero es algo muy simple que te explicaré en unas cuantas líneas: todo está intrínsecamente conectado, tanto internamente, como externamente. 

Al momento en que empezamos a estar interesados por una problemática por haberla vivido en carne propia, por haberla visto en primer plano o simplemente porque alguien cercano la sufre, empezamos a indagar y parecemos niños con esa curiosidad inagotable del porqué, preguntando demasiadas veces hasta querer llegar a la raíz de las cosas. La curiosidad brota de nosotros, queremos comernos todos los libros, artículos, entrevistas relacionadas al tema, empezamos a buscar y a buscar y a buscar… incluso, nos abrumamos con tanta información y deseamos más de un cerebro para procesar y guardar información. 

Cuando estamos altamente preocupados por la problemática, solemos volcar todos nuestros esfuerzos a ello, a tratar de buscar una solución y, ¿qué sucede? Efectivamente, de tanto pensar e investigar de pronto despertamos y tenemos la idea que solucionará el problema para siempre, nos emocionamos y volvemos a investigar. Pero en muchas ocasiones, nos damos cuenta que no estamos inventado el hilo negro y viene con ello una oleada de decepción, la verdadera pesadilla que termina tumbándonos en el piso pensando que ahora tenemos que escoger otro problema, uno que nadie nunca haya solucionado.

 

En este proceso mental entra a nuestra cabeza nuevamente nuestro mejor amigo: el ego. Los seres humanos lo tenemos innato, pegado a nosotros y no es completamente nuestra culpa que aparezca cotidianamente, tenemos aprendidos los pensamientos de la escuela mexicana en la que nos enseñaron que, como ya lo dije anteriormente, solo puede haber un número uno y quien sea el número dos ya no tendrá el éxito que soñaría tener. 

 

Ahora yo planteo la siguiente hipótesis: tenemos un problema ante nuestros ojos que nos apasiona, indagamos curiosamente pero, en lugar de decepcionarnos y frustramos por no poder ser los primeros en arreglar ese problema mundial, entristecernos y pensar que ahora ya no seremos el número uno, mejor pensamos en un bien mayor que se supone, debería de ser nuestra principal motivante para ser emprendedores sociales, ¿qué pasaría? Tal vez seguiríamos buscando con la curiosidad del principio para saber con qué personas podemos colaborar y sumarnos a sus perspectivas para poder abarcar más aristas y visiones del problema y no solo una y así poder obtener un bien mayor. 

¿No sería eso lo ideal? ¿O mi hipótesis es demasiado utópica? 

 

En lugar de hacerle caso al egoísmo que sentimos para obtener aprobación, éxito y fama por nuestras acciones, deberíamos estar apuntando a querer obtener beneficios mayores para la sociedad, a querer un mundo mejor, a un trabajo colaborativo, a escuchar opiniones ajenas, a trabajar en conjunto y de esta forma lograríamos cosas muchísimo más grandes incluso que las que imaginábamos al principio, porque citando Eduardo Galeano “Un grupo pequeño de personas, haciendo cosas pequeñas, pueden cambiar al mundo.” En esta frase y, realmente en ninguna que yo haya escuchado o investigado para poder ejemplificar esto que estoy queriendo decir, se expresa que trabajando solos y llevándonos el mérito solos realmente arreglamos el mundo, todo demuestra que necesitamos colaborar para realmente hacer una transformación en la sociedad.

 

Los emprendedores sociales no resolvemos problemas por meritocracia, los resolvemos porque estamos apasionados por transformar las cosas y queremos ser líderes colaboradores en la construcción de nuevos sistemas sociales, jamás nos olvidemos de eso.

 

 

Para cerrar este escrito, quiero hacer mención de un ejemplo tangible para poder dar a entender mejor la idea.

 

El emprendimiento llamado “Afortunadamente” que fue participante en la competencia SCB Montreal hace algunos años, es un claro ejemplo del porqué colaborar con los demás en lugar de enfrascarse en tu propio mundo, beneficia a tu emprendimiento social, y no solo eso, sino que beneficia a la comunidad, a toda la sociedad proveyéndolos de soluciones mucho más completas, y estos resultados son los más importantes.

Este emprendimiento social trabaja dentro del rubro de la educación y, específicamente, dentro del rubro de la educación financiera en México. Si tenemos como contexto que en México son pocos los lugares donde se imparte la educación financiera y son muchas las deudas que como país tenemos, este emprendimiento vino a encajar perfectamente con las necesidades del país.

 

No obstante, la creadora de este emprendimiento, Valeria Arellano, no fue la única ni la primera en expresar su descontento con esta problemática, varias empresas, instituciones e incluso el gobierno ya habían pensado en dicha problemática. Valeria, en su búsqueda curiosa sobre todo lo que implicaba el contexto de esta problemática, se dio cuenta que, efectivamente, ella no era la primera en pensar en esta solución. Y es en esta parte donde viene lo más interesante del caso que ejemplifica atinadamente el punto que abordé durante todo este texto: la muerte al ego y el nacimiento a la colaboración y el trabajo en equipo.

Valeria no quitó el dedo del renglón, no se salió de la jugada, al contrario de eso, hizo lo que planteé en mi hipótesis: “¿qué pasaría si en lugar de frustrarnos, colaboramos”? Ella, teniendo ese panorama frente a sus ojos, decidió el camino de la colaboración, dejar el yo y empezar el camino de “todos juntos”, ya que su preocupación acerca de la problemática financiera que atraviesa el país era más grande y su enamoramiento sobre el problema la hizo ver más allá de solamente sus propias perspectivas. 

 

 

Valeria se unió al sector bancario del país, que si bien pudieron haber sido considerados en un universo alterno sus adversarios o su competencia, Valeria aprovechó el conocimiento y las ventanas tan grandes como son las instituciones bancarias para convertirlos en sus aliados. Por otro lado, el sector privado bancario adoptó la iniciativa del emprendimiento social de Valeria, lo cual concluyó en un trabajo constante hacia un mismo objetivo, una misma meta y una misma visión. Cada uno con perspectivas diferentes de acuerdo a contextos distintos, pero aportando ideas innovadoras sociales y apostando por un bien mayor más allá de lo que tenían planeado. 

Lograron generar en colaboración, cambios que transforman, no solamente un pequeño grupo de población, sino toda la educación financiera para la sociedad mexicana.

 

Este ejemplo nos demuestra que, solamente trabajando juntos, lograremos una verdadera transformación en todas las naciones que conforman nuestro mundo.